sábado, 19 de abril de 2014

Molinos de viento SUELDOS VENCIDOS


Roberto Rodríguez Baños

... decía que no tenía sentido ponerse a decir cosas que él no oía, que no le sonaban a nada, a las que no les encontraba ningún sabor. Juan Rulfo: Pedro Páramo.

(AMI) La edición 1630 del desaparecido semanario Hoy está fechada el 21 de agosto de 1971; de la Torre caló las letras del logotipo sobre una plantilla filatélica colombiana techando un retrato de Gabriel García Márquez trazado por el propio Luis, con un fondo de montañas en verdes y grises; el matasellos, con la palabra Macondo, se diluye en los bordes de la cenefa sobre el ángulo inferior derecho de la gran estampilla. 
     
La hospitalaria revista de don Raymundo Ampudia fue el santuario cuyas puertas, en el más crudo invierno del desempleo, me fueron abiertas por Humberto Jurado Guízar y donde el propio director me brindó su inagotable cordialidad, a la que siempre he correspondido con respeto, gratitud, afecto. Ahí publiqué la entrevista [El coronel ya tiene quien le escriba, la vuelta a García Márquez en dos tazas de café] de la cual hoy rescato algunas  respuestas:

-¿Es verdad que los premios comprometen? –Tanto como uno quiera. El escritor es alguien que, por regla general, ha sido bastante golpeado. Mira… cuando a mí me dieron el doctorado honoris causa en la Universidad de Columbia […] lo pensé mucho, lo reflexioné, lo investigué. Lo acepté porque fortalece mi voz para poder hablar sobre esto o lo otro cuando la universidad sea traicionada en Columbia, o cuando el hombre vuelva a ser aniquilado en Estados Unidos; entonces eso  me ayudará: tener un título de ellos, ser uno de ellos.

Lo otro es lo de la bienal del libro en Río: Me escribió un amigo y, si él sabía lo que decía [y lo sabía] yo tenía tres cuartas partes del premio de 30 mil dólares en la bolsa. Lo reflexioné, lo pensé, lo investigué. Lo rechacé; mejor dicho, lo decliné. La gente nunca sabe [a menos que uno quiera que lo sepa] si se ha rechazado algo… Si yo hubiera rechazado el doctorado de Columbia, habría sido una forma de heroísmo inútil; pero quienes me postularon tenían sus razones, las sustentaban en mi actitud de repudio a todas las injusticias que suceden sobre el planeta. Los otros, los de Río, querían darme una plata que venía mayoritariamente del mismo gobierno que atormenta a los hombres contra cuya prisión política he protestado muchas veces. Esa es a diferencia.

Yo le había comentado que era uno de los pocos escritores que vivían del pago de sus derechos de autor. Él dijo: -No de mis derechos. De sueldos atrasados. Quince años de escritor sin sueldo. Hoy me paso un mes sin dar golpe, pero no es un privilegio; en cualquier oficio, si te pasas tantos años haciendo lo tuyo sin que se te pague, necesariamente, por una noción de justicia elemental, los sueldos se te tienen que acumular y deben serte pagados.

No, yo no me meto en el trabajo de los críticos, ¿qué es eso de la gran biografía latinoamericana?, yo busqué en Cien años de soledad no más que contar la historia de una familia que durante cien años intentó por todos los medios no tener un hijo con cola de cerdo  [¡el incesto es una situación tan nuestra, tan tercer mundo!] y a los cien años lo tuvo. Si lo otro está ahí  [la biografía de nuestros pueblos, digo] pues… tal vez puede estar. Quizá está, pero sería un trabajo subconsciente. No lo quise hacer.
 
Hablamos de París: -… En el gran hotel, al frente del que yo habitaba vivían, como en el mío, no más que latinoamericanos. Nicolás Guillén se alojaba ahí y como todos los latinoamericanos en París seguimos viviendo a nuestro ritmo  [por recortes, noticias, cartas, chismorreos verbales y novelas] Nicolás seguía haciendo su vida como si estuviera en Cuba; seguía levantándose a las cinco de la mañana todas las ídem, y asomándose a su ventana para decir las noticias. Un día gritó: ¡Cayó el hombre! Los argentinos creyeron que Perón; los cubanos que Batista;  los colombianos, que Rojas Pinilla. Y todos por el estilo. Era Perón ¿te das una idea de cuán latinoamericanos seguimos siendo allá? No podemos dejar de serlo.

Encuentro en aquél ejemplar de Hoy una entrevista de Diana Bellessi a Chabuca Granda, otra de Patricia Trejo a Federico Canessi  [Monumento a Sun Yan Sen], un texto de Eduardo Lara sobre ópera, un análisis internacional de Rubén Lau, una pequeña antología de inéditos de Gilberto de Estrabau. Don Raymundo Ampudia decía que las pequeñeces estaban bien para el padre Coloma pero no en su revista. Bien. 

Años después, durante 1978 y en el Excélsior al que me invitó Regino Díaz Redondo, Luis de la Torre y yo entregamos a García Márquez el original de la portada de Hoy descrita en el primer párrafo de este texto. Esa vez tuvimos una muy amplia conversación [que se publicó en las páginas del diario] sobre Habeas, una fundación recién instituida por el escritor para velar por los perseguidos de las muchas dictaduras que el mundo padecía –y sigue padeciendo. Pero esa, como se acostumbraba decir en la Unión Soviética, es aria de otra ópera. 

Es el medio día del jueves y en la pequeña pantalla Julio Patán dice a Paola Rojas que García Márquez abrevó el realismo mágico [Gabriel prefería hablar de lo real maravilloso] en William Faulkner y minutos después Javier Aranda le contará de la vez que definió a la crónica como el cuento de la verdad. A partir de ese momento la señal se satura con la repetición constante del nombre del escritor. Y cada quién abre la llave de sus propios recuerdos. Estos fueron los míos. Mañana, solía decir Scarlett O'Hara, será otro día. Por hoy, bajamos el telón. Hasta entonces. rrb@red-ami.com http://nrrb.blogspot.mx/

No hay comentarios.:

Publicar un comentario